Miércoles
1 de julio del 2015
Un
desafiante primer ministro griego, Alexis Tsipras, instó el miércoles a sus
compatriotas a rechazar un acuerdo de rescate internacional, sepultando las
esperanzas de reparar los lazos rotos con sus socios europeos antes del
referéndum del domingo, que podría decidir el futuro del país en Europa.
El
primer ministro dijo que Grecia estaba siendo "chantajeada",
acallando rumores de que podría retrasar el referendo, cancelarlo o pedir a los
griegos que votasen por el "Sí".
La
comparecencia televisada se añadió a la frenética y, a veces, surrealista
atmósfera de los últimos días, en la que los agrios mensajes del Gobierno
izquierdista se alternaron con ofertas de concesiones a última hora de la noche
para reiniciar las negociaciones.
Un
día después de que Grecia se convirtió en la primera economía avanzada que
incumple sus pagos con el Fondo Monetario Internacional, las largas filas
frente a los cajeros automáticos fueron un duro símbolo visual de la presión
sobre Tsipras, que llegó al poder en enero con la promesa de poner fin a la
austeridad y proteger a los pobres.
"Votar
por el 'No' es un paso decisivo hacia un mejor acuerdo que esperamos firmar
tras el resultado del domingo", afirmó, rechazando las repetidas
advertencias de sus socios europeos de que un referéndum sería, de facto, una
votación sobre si Grecia sigue en el euro o vuelve al dracma.
El
presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, respondió en un tuit: "Europa
quiere ayudar a Grecia. Pero no puede ayudar a nadie en contra de su propia
voluntad. Esperemos a los resultados del referéndum griego".
Los
ministros de Finanzas de la zona euro realizaron una teleconferencia de una
hora para discutir sobre la petición griega de la noche previa, pero
insistieron en que no sostendrán nuevas discusiones hasta después de la
votación del domingo.
El
presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, señaló que ve "pocas
probabilidades" de avances tras los últimos comentarios de Tsipras.
Los
mercados financieros globales reaccionaron con una calma llamativa al
ampliamente anticipado "default" griego, reforzando la posición de
los socios de línea dura de la zona euro que dicen que Atenas no puede usar la
amenaza del contagio a los países de crédito más débil como pieza de
negociación.
En
una carta a los acreedores, a la que tuvo acceso Reuters, Tsipras acordó
aceptar la mayoría de sus demandas sobre impuestos y recortes a las pensiones,
al tiempo que pidió un préstamo de 29.000 millones de euros para cubrir todos
los plazos de pago de deuda en los próximos dos años.
No
obstante, incluso aunque se retomen las negociaciones tras el referendo,
Alemania y otros actores implicados dejaron claro que cualquier conversación
sobre un nuevo programa debería comenzar desde cero con condiciones diferentes.
El
tono exasperado de los comentarios públicos de los líderes europeos, hartos de
los caóticos giros de los últimos días, ofrecía pocas esperanzas de un avance.
"Este
Gobierno no ha hecho nada desde que llegó al poder", afirmó el ministro de
Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, en un discurso ante la Cámara baja del
Parlamento, en el que acusó a Atenas de renegar repetidamente de sus
compromisos.
"Honestamente,
nadie puede esperar que hablemos con ellos en una situación así", afirmó.
SUFRIMIENTO
DE JUBILADOS
En
el tercer día de cierre de los bancos, los costos de los controles de capital
eran más profundos, con largas filas en muchos expendedores de dinero y la
entrega de cantidades limitadas a los jubilados.
Incluso
con un límite para las extracciones de 60 euros al día, había señales de
escasez de billetes. Los banqueros dijeron que faltaban billetes de 50 y 20
euros.
Kiki
Rizopoulou, una jubilada de 79 años de Lamia, en el centro del país, tuvo que
viajar a Atenas para cobrar su pensión, gastando 20 de los 120 euros que pudo
retirar.
"Ya
tengo que pagar 50 euros que debo. Es vergonzoso", dijo.
Un
sondeo de opinión mostró una ventaja de la oposición al rescate, pero también
que la brecha se había reducido significativamente por el efecto del cierre de
los bancos y los controles de capitales.
Pero
las complicaciones que enfrentan los jubilados se añadieron a la presión sobre
Tsipras, quien aseguró que dimitirá si pierde el referendo.
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